Notas sobre la derecha, la resistencia y lo ridículo
“El conservadurismo del Poder Judicial tiene un repentino momento de lucidez y le pegan en la frente las verdades de Perogrullo. Se da cuenta lo que todos vemos, de tiempo atrás: que ni uno de ellos tiene cara para pedir apoyo de la gente. Se entera que no basta declararse en resistencia; que no es suficiente con que Norma Piña se pare en una marcha y levante el puño; que no se toman edificios públicos como lo hacen los huelguistas de verdad y ya, con eso se tiene la solidaridad de la gente. Las verdades de Perogrullo duelen de tan obvias. La derecha, que tiene en el Poder Judicial un bastión nada despreciable, entiende en apenas un verano por qué no se le quiere y trata de remendarlo con galletitas gratis”.
“Para el conservador, la igualdad entraña algo más que una redistribución de recursos, oportunidades y resultados, aunque eso también le desagrada. Lo que la igualdad significa en último término es la rotación en el poder”.
–Corey Robin. La mente reaccionaria
Una nota
Fue en un evento de otro membrete de la derecha, la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), en el Hotel Camino Real de Polanco, Ciudad de México. Estaba reunido, vía remota o con presencia física, el conservadurismo regional: Desde María Corina Machado y Edmundo González hasta Lourdes Mendoza, Martín Moreno y el magistrado Juan Pablo Gómez Fierro. Varios anfitriones, entre ellos la sobrina de Felipe Calderón, Mariana Gómez del Campo. Crucifijos bajo la ropa, hipocresía, ríos de tinte rubio y kilos de corrector facial (o como se llame); enviados del Partido Popular español, del Conservador de Colombia, de Acción Nacional y de varias de las gusaneras regadas por todo Latinoamérica.
(Las nuevas mascotas de Claudio X. González y Calderón, los experredistas que quieren regresar a los fondos públicos registrando otro partido, tuitearon el evento con alegría. No creo que los hayan invitado, por aquello de que dan vergüenza en la derecha tanto como en la izquierda).
Patricia Aguayo, quien ganó notoriedad como vocera de los trabajadores del Poder Judicial durante el paro que Norma Piña financió con dinero público, fue ponente en este evento de derechas. Allí habló de algunas razones por las que se les ve distante de los mexicanos y presentó ideas para ganarse el corazón que las mayorías que nunca acompañaron su lucha en defensa de los privilegios de sus jefes, magistrados, jueces y ministros.
“Esto me acaban de mandar”, dijo. “Sugiero acercarnos a la ciudadanía. Si podemos cambiar la percepción que ellos tengan de nosotros, si ven que nos acercamos y los ayudamos, estarán de nuestro lado. La gente real, la de los mercados; los que viven al día; esos que no leen los periódicos, a ellos hay que acercarnos. Montar un stand de asesoría jurídica gratuita; resolver sus dudas con un café y con galletitas gratis se pueden unir a nosotros, litigantes, y defensoría pública. Hacer una lotería jurídica con regalos para la gente; hacer música, ya tenemos compañeros que hacen música del movimiento; llevar bocinas y poner esas canciones para que las escuche la gente; hacer trípticos y explicárselos a la gente, con explicaciones muy sencillas; hacer una colecta para donar: recaudar ropa, cobijas, juguetes y llevarlos a las personas de menos recursos poniendo un letrero de donación y que tomen lo que necesiten y dándoles explicaciones de lo que está pasando en el país”.
Luego, en un punto de emoción profunda, la voz de Aguayo se quebró. “Tienen que ver que el Poder Judicial de la Federación los sirve, y es por amor a nuestro trabajo”, dijo. Vinieron los aplausos.
Y de esa manera, Patricia Aguayo enteraba a los asistentes que había entendido verdades del tamaño de una montaña; verdades de Perogrullo: que para un caldo de gallina se requiere al menos una gallina; que quizás una canción de protesta sirva a la protesta y que tal vez su movimiento no hubiera fracasado si antes escucha a la gente. Aunque el despertar de la señora Aguayo y de sus representados haya llegado un poco tarde porque la protesta ya fue y concluyó en una derrota épica; aunque la derrota se diera desde años antes y ridículamente no se hayan enterado.
Cualquiera podría recomendarle, humildemente, que si la idea es fingir que el Poder Judicial de la Federación le sirve a los ciudadanos lo mejor sería guardarse las galletitas y sugerir a sus patrones del Poder Judicial de la Federación que le sirva a los ciudadanos. Porque, además, ese es su mandato constitucional.
Cualquiera podría decirle que cuando se cumple un mandato y se sirve por vocación a la gente no hay necesidad de loterías ridículas o de stands todavía más ridículos de asesoría jurídica gratuita. Si le hubieran servido a la gente y no fueran tan corruptos podrían evitarse el repartos de ropa, cobijas y juguetes porque eso ya lo hace Santa en Navidad. Si hicieran su trabajo, por el que se les paga además, se ahorrarían sus molestas bocinas y sus canciones; las colectas e incluso ir a los mercados, donde un juez y sus achichincles podrían llevarse unos buenos tomatazos o hasta unas patadas de gente que no conoce de justicia y que entiende al Poder Judicial como un desfile de camionetas negras blindadas y último modelo en las que va gente arrogante, corrupta, vividora, buena para nada y administradora de todas las injusticias.
Verdades de Perogrullo. “Expresar lo evidente o lo comúnmente sabido”, dice el diccionario. El conservadurismo del Poder Judicial, el que se niega a que le muevan las plumas del nido, tiene un repentino momento de lucidez y le pegan en la frente las verdades de Perogrullo. Se da cuenta lo que todos vemos, de tiempo atrás: que ni uno de ellos tiene cara para pedir apoyo de la gente. La derecha se entera, de mala manera, que no basta declararse en resistencia; que no es suficiente con que Norma Piña se pare en una marcha y levante el puño; que no se toman edificios públicos como lo hacen los huelguistas de verdad y ya, con eso se tiene la solidaridad de la gente.
Las verdades de Perogrullo duelen de tan obvias. La derecha, que tiene en el Poder Judicial un bastión nada despreciable, entiende en apenas un verano por qué no se le quiere y trata de remendarlo con galletitas gratis.
Dos notas
Pobreza, desigualdad; cifras récord de adicciones y el promedio salarial más bajo del país. Violencia. León, como Guanajuato, representa lo que está mal y lo que, como sociedad, nos duele. Es otro bastión del conservadurismo mexicano y uno siente la obligación de preguntarse si la gente común, el guanajuatense de la calle, sabe que se le pone como “ejemplo de la resistencia”.
No se olvide nunca que esa entidad fue entregada sin elecciones al PAN para compensar su lealtad a Carlos Salinas de Gortari. Desde aquella concertacesión no gobierna otro partido. Y nunca debe olvidarse que es allí, en Guanajuato, donde la iglesia tiene más poder que en ninguna otra parte de la República. Los curas dominan la economía, la sociedad, el gobierno –de eso tengo varios datos– y no me extrañaría que se relacionaran directamente con los cárteles locales, ¿por qué no? Y al mismo tiempo, es allí, en esas tierras tomadas por maldiciones apocalípticas, donde el culto a la “Santa Muerte” tiene un crecimiento exponencial, según leo en el portal Zona Franca. Curioso.
Tampoco hay que confundirse. Es cierto que el panismo (y su versión más imbécil: el foxismo) parasita allí desde hace tres décadas, pero no hay que echarle toda la culpa por la actual decadencia de Guanajuato. Destaco también el papel que han jugado otros parásitos profesionales: los curas, por ejemplo; y una sociedad empresarial mezquina que se enriqueció al tiempo que se profundizaban las desigualdades.
Hay muchos estudios sobre la materia y hay datos suficientes para ubicar ese mismo comportamiento de las élites (política, religiosa, empresarial) en regiones igualmente depredadas en las últimas décadas y (por lo tanto) socialmente caóticas. El caso Ciudad Juarez es emblemático. Allí también floreció el PRIAN y un tipo de empresario prianista depredador, mezquino y socialmente irresponsable como Federico Barrio Terrazas (hermano de Francisco), Jaime Bermúdez Cuarón y otros de la misma calaña maquiladora.
La pregunta es: ¿por qué Chihuahua y Guanajuato sigue votando por el PRIAN?
Yo digo que son inercias generacionales. Es el hijo que siente orgullo por su padre, el vendedor de drogas del barrio. Es el parásito del Poder Judicial que invita a su suegro a parasitar junto a él en algún juzgado. Les parece bien y defienden su forma de vida, como un votante de Guanajuato o de Chihuahua defiende su decisión de votar por los que tienen hundido a su estado.
Son inercias ridículas que, sin embargo, se abandonan de golpe. Lo que vivió México en los últimos años es eso: la gente termina asqueada y ya no respeta ni su propia costumbre de votar por la derecha. Sobre todo si esa derecha hace todo por pelearse con la gente.
Tres notas
Lo que me queda claro es que el conservadurismo de derecha abrió la fuga de su propio tanque de oxígeno. (Piense en el PRIAN para que lo entienda mejor, aunque no me refiero exclusivamente al PRIAN).
Se plantó contra los derechos de los trabajadores, los indígenas y las mujeres; atacó el Estado de bienestar, la seguridad social y hasta la acción social. Se volvió (con ayuda de intelectuales y académicos de élite) un rabioso enemigo del nacionalismo y permitió que fluyeran el clasismo, el racismo y el machismo y cualquiera puede encontrar en la academia o el periodismo ensayos y tesis amplias contra el nacionalismo mexicano (sea revolucionario o no) pero batallará en hallar algo de esos mismos intelectuales y académicos encumbrados a favor de las comunidades indígenas, por ejemplo.
En bibliotecas y hemerotecas pueden encontrarse ríos de burlas y descalificaciones contra los que se atrevieron a defender el movimiento obrero o condenaron el uso de la fuerza del Estado contra los movimientos sociales durante el neoliberalismo, y los autores de esas burlas, al mismo tiempo, le negaron unas líneas a la segregación racial, al despojo de las comunidades indígenas o al clasismo imperante en la sociedad mexicana.
Pues ese discurso antipopular tuvo consecuencias. Como dije: el conservadurismo abrió más y más la fuga en el tanque de oxígeno. La asfixia, para una fuerza en ejercicio del poder, es perder a las mayorías. Las perdió. Lleva años asfixiándose. Pero el causante de tal debacle no es sólo el personaje bobo de Marko Cortés o su antinacionalismo caduco, rancio y agotado. Son todos los líderes de derechas que vinieron antes que él. Es cierto que la evidente falta de inteligencia de Cortés aceleró el derrumbe de la derecha y también es cierto que se antoja mucho concentrar en él las críticas porque es una delicia hasta para los caricaturistas, pero no es sólo él, Marko, quien debe cargar la culpa. La derecha, toda, debe buscar raíces de su fracaso si es que quiere ir más allá de las galletitas gratis para recuperar al electorado.
Ahora el PAN se llama a sí mismo “la resistencia”. Resistencia la de los franceses, los comités de liberación italianos o los partisanos yugoslavos, soviéticos o polacos contra los nazis en la II Guerra Mundial. Resistencia la de México durante todo el siglo XIX a las tentaciones de las potencias extranjeras, o la de los mexicanos y chicanos ante el racismo y la explotación de los granjeros estadounidenses. Hay muchos ejemplos de resistencia en la Historia y todos tienen la dignidad como combustible. Ninguna resistencia que conozca se asemeja a “la resistencia” que vende el PAN, que sabe a justificación.
En todo caso es resistencia a reconocer que la corrupción, el abuso y la falta humildad hundieron al PAN y al conservadurismo en su conjunto. Es resistencia a entender que la gente celebra su derrota porque tiene más claro que nunca quién es su enemigo, qué es la derecha. Y la derecha es ese poder pedante y explotador que venera la injusticia y se aprovecha de la desigualdad; que usa la pobreza para conquistar y al mismo tiempo llora porque, dice, es una pobre e inocente víctima.