Felipe Ángeles
“Invito, pues, a todos los soldados y a los Jefes y oficiales dignos
y patriotas para que se unan desde luego al movimiento. De
esta manera desmentiréis la calumnia que pesa sobre vosotros
de que sois los verdugos del pueblo y desmentiréis que si estáis
orgullosos de pertenecer al Ejército Mexicano, es porque el
Ejército es hijo del pueblo, el defensor de sus instituciones y la
encarnación de las glorias patrias.”
—Francisco I. Madero, Al Ejército Mexicano, Noviembre de 1910.
Por Arturo del Bosque.- Con el digno gesto de los que con sangre y honor legaron patria, el General Felipe Ángeles en corcel de bruñido bronce, atestigua los esfuerzos, las modernas batallas que el ejército nacional lidera, frentes en los que se edifican futuros y se construyen pistas, es el verde olivo que ha tomado lápiz y papel y traza avenidas, amplias alamedas, la puerta de entrada al México que cree, que crece, que en sus soldados encuentra pueblo, pueblo uniformado.
Felipe Ángeles testigo de la felonía que privó de la vida a su presidente, a su amigo Francisco I Madero, al fiel, José María Pino Suarez, ante la exigencia de que fuese llevado con ellos solo el silencio del chacal, que no el respeto, quizá su estatura le salvaron de una muerte segura, Felipe Ángeles que del sufrido estado de Morelos, fue convocado por el presidente Madero, que dejo constancia de que es pacificando como se logra contener y satisfacer las justas demandas, que no con la bota y el fusil, no arrasando pueblos y martirizando pobladores, que tal era el sello del mal halado general, Juvencio Robles, a quien el general Ángeles sustituyo en la tarea de pacificar las huestes zapatistas, cuyos reclamos y liderazgo fueron señalados como auténticos y genuinos por quien en el papel, debería ser el encargado de combatirles, militar y humanista, con el sino del porfirismo.
Ángeles encuentra en el campo de batalla el lugar propicio para demostrar sus dotes humanistas sin dejar de ser pragmático, Ángeles ante la felonía del chacal se decanta por la legalidad y abandona vía exilio a los perversos generales que en Victoriano Huerta encontraron el liderazgo de los cobardes, de los que a mansalva, de los embozados.
“La ignominia de febrero de 1913 me hizo un ciudadano y me arrojé a la Revolución en calidad de devoto de nuestras instituciones democráticas”.
Después del exilio y las penurias, Carranza, el Constitucionalista que le desconfía, generales sin la pasión maderista, amanuense, le confiscan talentos y bravura, sub secretario de guerra, luego encargado del despacho, no se sabe si lo acordaron ni se sabe si fue el destino manifiesto, encontrarse con Villa he iniciar una amistad y un compromiso, el guerrillero y el instruido general, el único que a decir del Centauro del Norte, me contradice y no ha muerto.
En Torreón, San Pedro, Paredón y Zacatecas, el ejército huertista es aniquilado por la furia y la estrategia de ambos generales, a decir del Mayor Antonio Campuzano, historiador, es la batalla de Zacatecas, la batalla más perfecta desde el punto de vista militar, con el genio de Ángeles y la bravura del Centauro, se dice que de acciones heroicas estuvo llena esta batalla, una ametralladora o batería que estaba causando innumerables bajas al ejército villista, no podía ser silenciada a pesar de los esfuerzos de los valerosos combatientes, así que Villa ordena atacar en oleada, miles de hombres a pecho descubierto se iban acercando al cerro de la Bufa para eliminar dicha batería, la primer oleada cobro una gran cantidad de bajas, la segunda no menos, la tercera al fin pudo llegar y eliminar la batería enemiga, en la cuarta oleada estaba presto a integrarla el mismísimo general Francisco Villa.
Luego Celaya, luego la larga noche que tendió su manto en los sangrientos campo de batalla, el clase mediero Álvaro Obregón ante la tozudez de Villa y la sordera al consejo certero de Ángeles precipitaron el desgaste y la derrota de la poderosa División del Norte, de nuevo Ángeles al exilio, liberal convencido no ceja en su empeño y retorna y sentencia:
“…tengo la firme convicción de que, así como hace un siglo yacía en el seno de las cenizas el fuego sagrado de la Independencia que al fin se consumó, ahora yace la llama de la democracia que establecerá definitivamente el imperio de la ley y que extirpará para siempre la plaga de los caudillos dictadores”
Fracasa en su intento de reorganizar las dispersas fuerzas villitas, el mismo general francisco Villa no le sigue, sirva como testimonio que la primer escuela que funda el Centauro lleva el nombre del Gral. Felipe Ángeles, con una reducida escolta es traicionado y apresado, Carranza le cobra la afrenta de haberle desobedecido en Zacatecas y es sentenciado al paredón, asume, ilustrado como era, su propia defensa, en una de las más encendidas predicas que en su defensa hace, es ovacionado por la gente que fiel le demostraba cariño y reconocimiento ante el infortunio.
“En mis prédicas no he dicho nada contra la Constitución; he predicado la fraternidad; he predicado una doctrina de conciliación y de amor”.
El paralelismo es notorio, a saber era humanista y justo el general, idealista y recto, nos ha legado frases que no fueron palabrería y acentos, freses que con sangre, con sufrimiento, frases que nutridas por su preclaro pensamiento.
“La piedad para los desheredados no es un dislate político, es la base indispensable para el equilibrio social”.
Este ideal, hoy por hoy, es columna vertebral de la acción de gobierno, justo en la búsqueda además del equilibrio, de la anhelada paz como fruto de la igualdad y la justicia.
“¿Cómo hacer triunfar en la práctica una revolución que ha triunfado en las conciencias de todos?”
Que en mayorías políticas se han convertido las mayorías sociales a las que se refiere el general Ángeles, la insurrección pacifica del 18, la militancia, la conjunción de anhelos.
“Yo no digo que tendré éxito; tal vez fracase; pero moriré en la raya, enamorado de un ideal, el democrático, y de un amor, el de todos los mexicanos”.
General Ángeles, hoy por hoy tus muchachos construyen, siembran y protegen lábaro y patria, general que no fue en vano, maestro, general, hermano, orgulloso el verde oliva te ciñe el laurel de la victoria, que no fue en vano tu sacrificio si con tal nos diste rumbo, ideales y destino.