Opinión

El peligro de los 10 millones de Morena

Por Jorge Zepeda Patterson

Se decía que el PRI no era un partido político, sino una agencia de colocaciones. Y en efecto, durante buena parte del siglo pasado las personas interesadas en hacer carrera en las filas del gobierno, de los sindicatos y en general de la política entendían que pertenecer al tricolor constituía un requisito curricular. Me temo que Morena comienza a ser percibido en los mismos términos y es responsabilidad de sus dirigentes hacer algo al respecto. La defensa de los valores originales es lo único que puede protegerlo de la inercia que tiende a convertirlo en un PRI de segunda generación. El poder produce eso.

 Por desgracia parecerían estar empeñados en hacer justamente lo contrario. La campaña para afiliar a 10 millones de mexicanos es la vía más rápida para acelerar el deterioro de la calidad moral y política del movimiento. Morena tendría que ir en la dirección opuesta. Puede entenderse que la 4T haya tenido que reclutar cuadros administrativos y políticos, donde pudiera encontrarlos, a medida que fue conquistando posiciones políticas y territoriales. Muchas de estas posiciones las ganó con personas formadas en tradiciones distintas a las que enarbola el movimiento; se acogieron a la casaca guinda por urgencias mutuas. Morena los necesitaba; primero para ganar elecciones y luego para gobernar. Ellos se acogían a los nuevos colores por el simple hecho de que ya no podían ganar con los suyos. Quien quiera ver en esto una especie de conversión doctrinaria o un cambio de valores peca de ingenuidad o de deshonestidad.

Desde la lógica del obradorismo estos reclutamientos son percibidos como un mal necesario para la toma del poder y para impulsar desde arriba un giro en el proyecto de nación. Quizá, aunque en los casos más extremos, como el de Cuauhtémoc Blanco en Morelos, la 4T “afilió” una pieza, Morelos, a su nómina política, pero en la práctica el Estado mexicano perdió una entidad a manos del crimen organizado. Se ganó para perderlo.

Si durante la batalla y la toma de Palacio cualquier cabecilla es general, una vez que un grupo se convierte en la fuerza gobernante necesita profesionalizarse. Gobernar es distinto a conquistar. En el caso de un movimiento con aspiraciones sociales y éticas tan elevadas como las de la cuarta transformación, el papel de los dirigentes tendría que ser el de consolidar la congruencia con las banderas que dieron origen al movimiento, solo así se pueden instrumentar los valores por los que se ha luchado. En otras palabras, “los mercenarios” pueden ser un recurso para efectos de ganar una batalla por el poder, pero carece de sentido haber luchado si luego son ellos los que definirán en gran medida cómo va a gobernarse. No es con operadores como Monreal, Yunes, Haces o Adán Augusto López con quienes puede cambiarse al país. Aparentemente, sirven para aprobar cambios, pero en la práctica se favorece el encumbramiento de más como ellos en el poder.

Afiliar a 10 millones de miembros lo más pronto posible fortalece la posición de los dirigentes, pero no mejora la calidad del partido. Todo lo contrario. ¿O cómo entender lo del SNTE? Hace unos días el líder del sindicato de maestros aseguró que su organización sería capaz de ofrecer hasta 2 millones de nuevos miembros a Morena. La mera declaración de este corporativismo arrebañado es una negación de los principios éticos de la 4T. La credencial será entendida como una salvaguarda para prosperar, una manera de evitar alguna sanción, una muestra de lealtad al dirigente inmediato. Se trata de un sindicato que sucesivamente ha apoyado al PRI, al PAN, de nuevo al PRI y ahora a Morena, siempre en función de quien ocupe la silla presidencial.

Visto así, los números no significan nada. Una mera presunción de los dirigentes de Morena para impulsar sus propias aspiraciones políticas. ¿De qué sirve que los gobernadores muestren ufanos su nueva credencial y asuman cuotas o compromisos de afiliar a Morena a miles de nuevos miembros? ¿De veras no se advierte el peligro que eso entraña? En buena medida, se trata de funcionarios oportunistas recién llegados al partido que harán un uso corporativo o faccioso de los contingentes que puedan reclutar. Peor aún, existe una alta posibilidad de que los operadores de los gobernadores y presidentes municipales recurran a incentivos de distinta índole para que “el pueblo” corra por su nueva membresía: ventajas a trámites y accesos, a programas sociales, requisito para participar en la administración pública incluso en las posiciones más modestas.

No digo que ese sea el diseño planteado por Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán, presidenta y secretario de organización del partido, respectivamente, cabezas visibles de este programa. Pero la campaña de adscripción masiva que están impulsando propicia tales vicios. Lejos de limpiar a la vida pública, termina enlodándola.

Morena, insisto, tendría que caminar en la dirección contraria. Nació con el propósito de impulsar un proyecto de nación distinto, pero esto no va a conseguirlo con afiliaciones masivas provocadas por el interés, la codicia o la necesidad. Tendría que hacerlo insuflando valores congruentes con los principios e ideales, a los cuadros y a las bases que puedan ser el instrumento del cambio. López Obrador habló de una revolución de las conciencias para poner en marcha el proceso de transformación. Repartir credenciales no es precisamente un parto para una nueva conciencia política o moral, se trata más bien de un recurso político por parte de dirigentes y funcionarios para poner un sello de pertenencia política sobre “el pueblo bueno”.

En 2018, Rafael Barajas, El Fisgón, se hizo cargo del recién creado Instituto Nacional de Formación Política de Morena para procurar una consolidación de la ideología y de la conciencia social y política de los cuadros y aspirantes a formar parte del movimiento. Esfuerzos como ese tendrían que ampliarse y sistematizarse.

Formar parte de un esfuerzo transformador imbuido de este ambicioso humanismo mexicano tendría que ser una aspiración a ganar, a partir de la identificación con los valores y conductas prometidas por el obradorismo. Morena tendría que estar ofreciendo los instrumentos para obtener estos méritos. En su lugar, está generando vías para abultar una militancia mercenaria y cautiva. El reto es calidad, no cantidad. Lo que está haciendo es una sustitución de los ideales por números que aparentemente visten, pero solo dañan.
https://www.milenio.com/opinion/jorge-zepeda-patterson/pensandolo-bien/el-peligro-de-los-10-millones-de-morena

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Medio independiente de noticias relacionadas con la Cuarta Transformación de México.

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