La oposición en México no sabe criticar, sólo lanzan ataques «Ad Hominem»
La crítica -en Política- es una actividad de gran riesgo y mayor responsabilidad. Empezando tal vez, por el hecho de que la palabra en sí misma tiene una connotación negativa. La crítica, regularmente se entiende como un ataque, una burla o como un reproche.
En un sentido más amplio, la crítica parte de un análisis de una situación determinada. De una evaluación a una –o muchas- políticas públicas. A una opinión coherente, congruente y consistente en cuanto a un análisis ecuánime de una situación determinada y entendida a cabalidad.
Una vez entendida la situación, la crítica no tiene por qué ser destructiva, ni iconoclasta. La crítica debe de ser para mejorar la implementación de una política pública. Algo así como “lo que estás haciendo, está bien, pero puede mejorar si lo haces de esta otra manera”. “Puedes ser más eficaz si ejecutas tu programa así…”, “Tu eficiencia puede mejorar si sigues los pasos que empelamos nosotros en nuestro gobierno”, etc. Eficacia, eficiencia, imparcialidad y honradez deben de ser los ejes a seguir cuando se critica a un gobierno.
Pero voy más allá: René Descartes propuso un método en 4 pasos para lograr entender y resolver un problema. A saber, el Principio de la Evidencia Sistemática, el Principio de la Descomposición, el Principio de la Composición y finalmente el Principio de la Verificación.
El primero paso, se caracteriza por el hecho de que no debemos de aceptar como verdadero algo que no podamos comprobar o verificar con evidencia real, existente, histórica, verídica y auténtica sobre cualquier hecho que se tenga en estudio. En el caso de una crítica a una determinación o eje de gobierno, esta evidencia debe ser concreta, tangible y contrastable.
El segundo paso, también conocido como “principio de análisis”, consiste esencialmente en dividir, fraccionar, desagregar y descomponer un problema en la mayor cantidad de unidades posibles para poder analizarlo en su totalidad. Cuando se segmenta un problema se pueden analizar las unidades que lo componen de forma más simple.
El tercer paso, también llamado “principio de síntesis”, consiste en conjuntar lo que antes fue desagregado. Partiendo de lo más sencillo o identificable hacia lo más complejo. Esto puede representarse fácilmente como armar un rompecabezas, donde generalmente se ordena y une en primer lugar el contorno, para posteriormente ir ordenando y armando los siguientes segmentos por colores, formas y tonos sucesivamente hasta ir llegando a las partes más complejas del rompecabezas. Este paso es fundamental para la crítica, pues una vez que conocemos de un problema desde su estructura o parte más elemental, podemos razonar y proponer soluciones sabiendo el funcionamiento real del conjunto.
Finalmente, el cuarto paso al que también se le llama “principio de la enumeración”, consiste en comprobar que todo lo que hemos propuesto es verdadero. En este paso de enumeración, se acredita lo que decimos respecto a lo investigado, se argumentan las evidencias, se razonan las explicaciones que se hayan dado sobre un determinado tema, se acreditan y confirman nuestros datos, se confrontan las evidencias con nuevos descubrimientos que se hayan hecho en la investigación, se identifican las áreas de oportunidad, se fortalece lo documentado durante la investigación y en general se subsana cualquier discrepancia que se tenga.
Como puede verse, criticar de manera sólida y correcta es un proceso largo y complejo. Sin embargo, cuando en política se indaga un hecho de manera sistemática y, propiamente dicho, “Cartesiana” los resultados son investigaciones sólidas que dan origen a Informes o libros como los Panamá Papers, Lava Jato, o los escritos por Ana Lilia Pérez sobre la corrupción en Pemex, Lidia Cacho o San Juana Martínez y sus investigaciones sobre la pederastia o Anabel Hernández y sus investigaciones sobre narcotráfico, por mencionar sólo algunos ejemplos tangibles.
En cualquier Democracia más o menos civilizada, la crítica es una tarea reservada para la Oposición al partido en el poder. En México, a tres años de gobierno del presidente López Obrador, la oposición sigue siendo incapaz de articular ya no se diga una crítica consecuente, sino un discurso viable al cual plegarse.
Sin ideología definida, sin una base o sustento sólido que cimiente su actuar, van dando bandazos y desfiguros. Lo mismo da que se llamen Frente Nacional AntiAMLO (FRENA), Bloque Opositor Amplio (BOA), Va X México o Frente Cívico Nacional, su esencia no es la crítica Cartesiana o fundamentada, sino la mentira, el odio y las diatribas. El ataque “ad hominem” se ha vuelto su doctrina.
En su ceguera inducida por el odio, insultan a los “borregos” y “acarreados” que el pasado 1 de diciembre llenaron –una vez más- el Zócalo y calles aledañas de la Ciudad de México. Desprecian con epítetos indignos a la ciudadanía a la que el siguiente año y en el 2024 saldrán a pedirle el voto. Si eso no es un suicidio político, está muy cerca de serlo.
La oposición debe de empezar por reconocer que tienen un problema grave de credibilidad. ¿Su discurso de odio y mentiras es resultado de un análisis serio y a conciencia de que por sus gestiones desastrosas no tienen cara para criticar nada?
Sinceramente lo dudo. Su cinismo, su descaro e insolencia es por todos conocida.
Pero incluso para las mentiras hay límites.
No hay duda que muchas personas se fueron con la finta del supuesto simulador en que el presidente supervisó las obras del Aeropuerto Felipe Ángeles. Las imágenes se prestan para la “duda razonable”, pero de ahí a –por ejemplo- creer que Ricardo Anaya “el matadito de la escuela”, haya leído en un par de días las más de 135 mil fojas de la carpeta de investigación que la Fiscalía General de la República tiene en su contra por el caso Odebrecht hay un mar de diferencia. Anaya piensa que todos somos tontos, o se pasa de tonto o pretende pasarse de listo.
Si ese ex candidato presidencial es –hoy por hoy- la mejor carta, o al menos la más visible y viable de la oposición, se entiende a cabalidad la profunda crisis por la que atraviesa la derecha mexicana en estos momentos.
La oposición en México debe de hacer un alto en el camino y hacer un diagnóstico real de su situación. ¿Van a seguir sosteniendo su discurso de “no se ha hecho nada” cuando ya hay fecha para las inauguraciones de las grandes obras de infraestructura? ¿Pretenden detener “la destrucción de México” insultando a los ciudadanos que votaron por el proyecto de Nación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Van a ganar una elección abierta sin un proyecto de Nación viable? ¿Cómo van a convencer al electorado de votar por ustedes? ¿Les va a alcanzar con su discurso de odio y animadversión?
¿Seguirán atacando a los hijos del presidente y a su chocolatería con los resultados que todos conocemos?
¿Serán capaces de lograr una investigación seria y documentada de los actos de corrupción en los que supuestamente ha incurrido la 4T?
A mitad del sexenio ¿no les parece que ya es tiempo de recomponerse en una opción viable de gobierno o en una oposición seria y responsable?
La confesión que hizo Marko Cortés de que Acción Nacional perderá al menos 5 de las 6 gubernaturas que estarán en juego el próximo año debería de prender las alertas en ese instituto político y en toda la oposición que le acompaña.
Los que votamos por este proyecto no tenemos la obligación de hacer crítica PÚBLICA a lo que consideramos que puede mejorarse. Ya lo decía nuestro querido Monero Helguera “No me voy a poner a atacar a lo pendejo a un gobierno que esperé toda mi vida”.
Pero yendo más lejos, no tenemos la obligación de hacerle el trabajo a la oposición que solamente atina a insultar o pretende quemarnos vivos en el zócalo, como expresó en su momento Francisco Martín Moreno.
En México requerimos de una oposición madura y propositiva. Espero que pronto puedan articular una propuesta viable. La crítica es su tarea más importante en este momento. Tomen su lugar sin mentiras ni diatribas.
Fuente Polemón