La OTAN impulsa una economía de guerra en la mayor carrera armamentística en décadas
Culmina la cumbre de Defensa de la OTAN en «un momento crucial» de la guerra en Ucrania. Si durante la primera jornada los Treintena se conjuraron para mantener y redoblar el apoyo armamentístico a Kiev, durante el segundo día, los ministros de la Alianza Atlántica han centrado sus esfuerzos en reforzar sus capacidades militares –sobre todo en el flanco oriental- y en engordar su industria defensiva a nivel interno.
Occidente enfrenta un déficit de munición. Las balas disparadas en Ucrania multiplican a las que es capaz de producir la industria. En respuesta, las reservas de los Ejércitos occidentales se están agotando. Desde la caída de la Unión Soviética, los países europeos redujeron progresivamente su gasto en seguridad, algo que siempre les ha reprochado Estados Unidos. La inversión en defensa ha sido, de hecho, en los últimos años el principal eje de discordia de los aliados de la OTAN. Washington lleva años presionando a los reacios europeos reacios para que aumenten las partidas en esta dirección. Y la guerra en Ucrania lo ha conseguido.
La cumbre que la OTAN celebró en Gales en 2014 fijó la meta de que todos los miembros destinasen en un margen de diez años el 2% de su Producto Interior Bruto (PIB) en defensa. La mayoría no estaban por la labor. A día de hoy, nueve países de los 30 alcanzan este umbral. El debate es delicado y hay diferencias. El Este, los más halcones con Rusia, exigen incrementarlo. Mientras otros como España y Luxemburgo piden más flexibilidad.
Pero la sensación generalizada y que predomina es que la invasión rusa ha hecho que este objetivo no sea ya el techo, sino el suelo. Será, no obstante, durante la próxima cumbre de líderes de la OTAN en Vilna, Lituania, prevista para julio, cuando se concreten los nuevos incrementos en defensa. «Si en 2014 era necesario, ahora lo es más porque vivimos en un mundo más peligroso. Es obvio que debemos invertir más en defensa», ha asegurado Jens Stoltenberg, secretario general, en rueda de prensa. En la reunión de hoy hemos hablado sobre la necesidad de «mejorar y reponer las reservas de munición y de reforzar la industria de defensa» pero «todavía tenemos mucho más por hacer», ha coincidido Lloyd Austin, secretario de Defensa estadounidense.
Por lo pronto, Estados Unidos y los países de la Unión Europea están haciendo frente a una escasez punzante de sus recursos bélicos tras el ingente envío de arsenal a Ucrania: misiles, sistemas anti-defensa, munición, combustibles, carros de combate. Y lo están haciendo a costa de dejar secas sus reservas. La respuesta se traduce ya en la mayor carrera armamentística e inversión en armas de las últimas décadas.
El objetivo de Occidente pasa ahora por estrechar lazos con la industria armamentística, impulsar la producción de herramientas bélicas y aumentar la cooperación multinacional para evitar duplicidades. Incluso emerge la idea de desarrollar una compra conjunta de armas, como hizo la UE con las vacunas durante la pandemia del coronavirus.
Los países aliados de Ucrania han destinado en doce meses 50.000 millones de euros en entregar material letal. Estonia ha pedido en los cuarteles generales llegar este año hasta los 100.000. Es ya una economía de guerra. Alemania ha dado un giro de 180º a su política pacifista. El canciller Olaf Scholz ha anunciado una inversión sin precedentes de 100.000 millones de euros para modernizar sus Fuerzas Armadas.
Y el presidente galo, Emmanuel Macron, ha hecho lo propio con una inyección de 400.000 millones para los próximos siete años. España, por su parte, espera dedicar el 2% de su PIB a partidas de defensa para 2029. También Noruega y Estados Unidos han firmado recientemente jugosos contratos con la industria armamentística. Mientras que algunos países como Letonia destinan el 1% de su PIB a apoyar a Ucrania militarmente. El secretario general ha señalado que esta es la buena dirección, pero ha instado a los países a «hacer más».
Escalada y ofensivas sobre el terreno
La cita se ha desarrollado durante lo que en Bruselas califican como un «momento crítico» en el curso de la guerra. La información que manejan en los pasillos de la capital comunitaria es que Rusia ha comenzado una nueva ofensiva, aunque no a gran escala. Existe preocupación sobre los desarrollos en el corto plazo en el campo de batalla.
En el Pleno de Estrasburgo, Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, ha asegurado que por primera vez en un año, Ucrania está en minoría en el número de combatientes. Rusia tendría sobre el terreno desplegados a 360.000 soldados. Según la inteligencia estadounidense, durante estos casi doce meses, las filas de Vladimir Putin habrían sufrido unas 200.000 bajas.
Ambos bandos se preparan así para una gran batalla en las próximas semanas. El grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania bautizado como Ramstein y formado por 50 naciones acordó el martes en Bruselas nuevos envíos de material bélico para apoyar a Kiev en la contraofensiva que prepara en primavera. En palabras del jefe de la diplomacia europea, que ha apremiado a que se envíen más carros de combate y más rápido, «la guerra se va a decidir en primavera y verano».