La rana en el agua caliente
Por Erika González
En los 36 años que transcurrieron en México de 1982 a 2018 sucedió lo que pasa en el experimento de la rana con el agua caliente. Si calentamos agua a punto de ebullición y aventamos una rana a la olla, ésta siente el agua hirviendo y salta hacia fuera; sin embargo, si la ponemos en agua fría y vamos calentándola gradualmente hasta que hierva, la rana no se sale, se va acostumbrando a que el calor vaya aumentando hasta que se cuece.
El saqueo y la destrucción que sufrimos durante este período negro del neoliberalismo en México, fue gradual y bien dosificado, combinado con la propaganda generalizada en los medios de información que se convirtieron en basura promocional al servicio de la causa oligárquica.
En este proceso de “calentamiento del agua” donde nos metieron a todos, fuimos pasando por cada uno de los gobiernos dedicados a cocer a la población mexicana convertida en ranas de experimento.
El mismo neoliberalismo que hoy vemos en su expresión más depurada destruyendo a Europa, aquí se aplicó parulatinamente a partir de las privatizaciones de bancos, ferrocarriles, líneas aéreas, ingenios azucareros, empresas paraestatales de todo tipo, medios de comunicación del estado, tierras para extracción minera, explotación de agua, playas y demás riquezas nacionales.
Sufrimos el drenaje permanente del presupuesto público por medio de contratos amañados para vendernos las medicinas, construirnos hospitales inexistentes, bardas en vez de refinerías, reclusorios cobrados como si tuvieran paredes de platino, monumentos a la corrupción en Reforma, concesiones para extracción de petróleo en las que nunca invirtieron un centavo, compras de toda índole a sobreprecios inimaginables.
Padecimos la destrucción de empresas públicas como la Compañía de Luz y Fuerza, el desmembramiento de la Comisión Federal de Electricidad para concesionar a empresas extranjeras, el robo de luz por parte de los supuestos socios de estas empresas, el endeudamiento innecesario y el abandono de Petróleos Mexicanos con miras a destruirlo para concesionar la producción.
La desintegración de las refinerías para tener que comprar la gasolina en otros países, el abandono del campo para importar los alimentos, el robo generalizado de combustibles, la proliferación de los cárteles de la droga, el incremento demencial de la inseguridad, la violencia y la impunidad.
La colusión del gobierno con bandas de delincuentes para proteger a una y combatir a las demás, mientras las autoridades se involucraban en el narcotráfico, el secuestro y demás delitos graves; los fraudes electorales apoyados por sus órganos autónomos como el IFE y el INE para mantenerse saqueando desde el poder.
Y así, mientras el agua se iba calentando hasta hervir en el sexenio de Peña, los medios de propaganda cómplices nos decían solamente lo que estos sátrapas voraces y muertos de hambre querían que supiéramos, para desorientarnos y convencernos de lo mucho que nos convenía todo esto.
En este proceso las ranas de mentes más débiles se cocinaron. Por fortuna la mayoría de las ranas mexicanas fuimos más resistentes de lo que esperaban y logramos saltar fuera de la cacerola para apagar la estufa, lo que también hemos podido ir haciendo gradualmente porque no se puede disminuir el calor del agua desde 100 grados a cero en poco tiempo.
Hoy, mientras el agua se va enfriando poco a poco, todavía quedan dentro del perol algunos millones de ranas con el cerebro cocido que por supuesto no alcanzan a entender nada; incluso extrañan el calor y lo piden a gritos, aunque los demás nos estemos encargando de que no se terminen de camuscar por completo.
Como dijo el filósofo holandés Baruch Spinoza: “La salvación del pueblo es la suprema ley a la que deben responder todas las demás, tanto humanas como divinas”.