Opinión

Raúl Ramos, referente obligado

Héctor Escamilla Lira.

“…muchas preguntas lanzó el movimiento de 1968. Interrogantes que, en su inmensa mayoría, quedaron sin contestación por parte de la izquierda revolucionaria: el colmo sin embargo fue ignorar la existencia de tales preguntas (debe subrayarse que, esencialmente, esas fueron las mismas preguntas que lanzaron las masas obreras en el periodo 1956/59, y las campesinas en 1960/62) y la necesidad de resolverlas. En otros términos, había que plantearse el clásico ‘que hacer’ de la acción política.”
Raúl Ramos Zavala

Monterrey.- En el parque México (colonia Condesa, CDMX), hace medio siglo, para ser precisos a las 9:30 horas del día 6 de febrero de 1972 (por cierto, domingo, como hoy), cae abatido Raúl Ramos Zavala.

Raúl contaba apenas con 24 años y ya era una pieza importante del movimiento revolucionario socialista mexicano. Creo que el proemio a la “Crítica del Programa de Nuestro Partido”, que escribe en octubre de 1970, nos da la clave para aquilatarlo y entenderlo; anota: “La verdadera actitud de un revolucionario consiste en aprender a elaborar la teoría, extraer la experiencia de las masas”.

La familia de Raúl Ramos Zavala, proveniente de Torreón, llega a Monterrey, a final de la década del cincuenta, como miles de familias más, a un polo de desarrollo económico que absorbía grandes cantidades de población.

El gran desarrollo de las fuerzas productivas, después de la Segunda Guerra Mundial, debido de la incorporación de los grandes avances científicos a la tecnología en la producción de mercancías y servicios, trae como consecuencia que grandes capas de la población emigren del campo a las ciudades: algodón, ixtle, candelilla son desplazados por la petroquímica. Atrás queda el fogón, la familia numerosa como unidad económica, la fragua, etcétera. El capitalismo subsume todas las actividades económicas y las concentra en la ciudad.

La gente concentrada en la ciudad necesita y reclama trabajo, vivienda, servicios de agua, trasporte, energía eléctrica, educación, etcétera; a su vez, la gran oferta de fuerza de trabajo abarata el salario; los especuladores de terrenos y comercio se multiplican; florece el comercio callejero: los mismos problemas fomentan el descontento, la movilización social, la represión ante la incapacidad de darles soluciones y dan pie al fortalecimiento de la organización política

Raúl se integra a la Juventud del Partido Comunista de México, a la JCM, en el mes de mayo del año 1963, siendo delegado por la Preparatoria Número Uno de la Universidad de Nuevo León, a la Primera Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos, que se celebra en Morelia, Michoacán; se identifica plenamente con el contenido de “la Declaración de Morelia”, que hace hincapié en la constitución de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos y se pronuncia a favor de consolidar y ampliar las movilizaciones estudiantiles al lado de las luchas del pueblo mexicano, para reivindicar la unidad y la democracia, adoptando como lema: “Luchar Mientras se Estudia”

Con entusiasmo se incorpora a esa dualidad de actividades de los jóvenes comunistas: los círculos de estudio marxistas y el activismo político.

Con todas las limitaciones de los círculos de estudio de la JCM, le sirven para acercarse a los textos de Marx, Engel y Lenin; y ya por su cuenta profundiza su estudio, le apasiona la historia tanta universal como la de México, todo ello lo forjan como un materialista dialéctico.

Por ello, con toda razón anotaba en la Críticas al Programa del Partido Comunista: “los materialistas partimos del estudio de las características específicas de una época para buscar las leyes generales que la determinan; y no a la inversa, es decir, de la caracterización general de la época para luego explicar los fenómenos que en ella suceda. Lo primero es materialismo. Lo segundo, idealismo”.

Y, añadía: “Lo mismo que la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución de 1910, los periodos 1910-1917, 1917-1939, 1930-1940, 1940-1960 que señala el programa, revisten gran importancia en nuestra historia. Pero no es posible ver en él, cómo uno surge del otro; cómo el otro contiene al uno; cómo se efectúa el tránsito y por qué. Tampoco es posible ver cómo el pase de uno a otro periodo es producto de las contradicciones entre clases; ni cómo estas contradicciones se agudizan como consecuencia del desarrollo social y de la acumulación de capital.”

En el documento, originalmente titulado “Debate”, que elaboro Raúl en el marco del Tercer Congreso de la JCM, y que después publicamos como folleto, bajo el título: “El Tiempo que nos Tocó Vivir”, anota que las organizaciones comunistas mexicanas carecían de “metodología marxista para la investigación nacional, es decir, no es un marxismo aplicado, sino ritualizado; y cuando se ejercita un análisis, hay que dotarlo de una buena dosis de calificativos usados por los clásicos… es una ideología de frase y de sensacionalismo.”

A su vez, afirma que en la acción del movimiento de masas, pero especialmente los combates del 68, todas las organizaciones de izquierda en México actuamos en la gran convulsión sin tener un sentido realista del destino de esa insurgencia, esencialmente estudiantil; y después de la represión, hubo un argumento muy socorrido para cobijar la incapacidad política para definir los lineamientos para la acción y las perspectivas a seguir: se culpó de todo a la represión y al reflujo del movimiento.

Añadía: “muchas preguntas lanzó el movimiento de 1968. Interrogantes que, en su inmensa mayoría, quedaron sin contestación por parte de la Izquierda Revolucionaria; el colmo sin embargo fue ignorar la existencia de tales preguntas, esencialmente, esas fueron las mismas que lanzaron las masas obreras en el periodo 1956/59, y las campesinas en 1960/62. En otros términos, había que plantearse el clásico “que hacer” de la acción política ante la represión. Por otro lado, la acción del 68 generó y afirmó una experiencia valiosa, y a través de este proceso estimuló profundamente la sensibilidad política de los cuadros y los militantes medios de todas las agrupaciones políticas de izquierda. De aquí que, en la actualidad, sea un fenómeno común la presencia, en todos los núcleos tradicionales de izquierda (PCM, LCE, PORT, etcétera), una efervescente discusión sobre precisiones programáticas, el problema de la vía y el carácter de la revolución”.

En ese contexto, y precisamente por el desarrollo de las fuerzas productivas que impactan fuertemente en las relaciones sociales, va surgiendo en todo el país, tanto en las ciudades, como en el campo, un vasto movimiento armado de carácter socialista espontáneo y explosivo; disperso en lo orgánico; disperso en lo ideológico; disperso en lo programático; disperso en sus acciones tácticas políticas y militares. Ante ese panorama, Raúl Ramos Zavala plantea la necesidad de la auto defensa armada, como pivote básico para conservar a los líderes naturales y de inmediato tender puentes partiendo de lo que es común, que permitan ir creando una organización partidaria revolucionaria, capaz de dar contenido y orientación al movimiento revolucionario.

Estando en ese proceso le arrebatan la vida. Sus planteamientos al respecto son recogidos en el documento Madera Uno.

Hemos sido parte de esa generación de mexicanos que nos tocó vivir una grave crisis del sistema burgués mexicano en sus distintos “frentes” de ocupación de clase: el gobierno pierde la legitimidad con Díaz Ordaz; el aparato económico con el desarrollo tecnológico lleva a la ruina a millones de pequeños productores de ramas tradicionales; y las organizaciones sociales institucionales (sindicatos, partidos, medios de comunicación, iglesias, etcétera) han perdido credibilidad. Se abre, pues, un espacio de discusión de la reconstrucción del país.

La coyuntura política nos llevó a plantearnos la toma del poder. No elegimos los tiempos que vivimos, elegimos cómo responder.
Raúl Ramos Zavala es un referente obligado para quien quiera entender el periodo y con más razón ahora, que ha surgido una tendencia que trata de reconstruir esa etapa a base del relato de hechos concretos, muchas veces distorsionándolos o de plano inventándolos, creando leyendas, cultivando protagonismos, muchos relatos a lo Bernal Díaz del Castillo.

Las etapas históricas no se cancelan, ni se cierran con reconocimientos y pagos de daños, sino con el rescate de sus aportaciones y la continuidad de la búsqueda de una sociedad democrática, en donde haya bienestar, justicia y libertad.

Ahora, la insurgencia social expresada en las urnas en 2018, sigue lanzando las mismas preguntas que lanzaron las masas obreras en el periodo 1956/59, las campesinas en 1960/62, el movimiento de 1968. Aún sin contestación.

* Texto preparado para su lectura en el Homenaje a Raúl Ramos Zavala, Ciudad de México, 6 de febrero de 2022.

Editor

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